Voto electrónico: Es cuestión de confianza (Gunnar Wolf)

Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México
Desarrollador de Debian GNU/Linux

Voto electrónico. La sociedad en general espera que nosotros los tecnólogos seamos los primeros en apoyarlo, sus principales promotores e impulsores. Lo que es más, por lo que he visto en diversos países… ¡Parece que la sociedad en general lo apoya!
Pero… ¿Qué es lo que apoyan? Hablar del voto electrónico así, como de un bien abstracto, no nos aclara lo suficiente el panorama como para entender cuál es la motivación real — Cuál es el problema que plantea resolver, y por qué esa respuesta se antoja deseable para la sociedad de nuestros países. Y mientras resolvemos esa pregunta, probablemente también encontraremos qué es lo que verdaderamente hay detrás de estas propuestas.

Los argumentos principales que se esgrimen a favor de migrar a un esquema de voto electrónico son la inmediatez de los resultados, la confiabilidad de los resultados, y el costo del material electoral. Y tristemente… adoptar esta forma de votación no presenta la menor mejoría en ninguno de ellos. En este texto abordaré los dos primeros apartados; el tema del costo no es menor, y también resulta profundamente engañoso, pero analizarlo nos llevaría por una temática distinta — Claro está, para los lectores interesados en profundizar sobre este tema, o cualquier otra arista de esta temática, me pongo a sus órdenes en mi dirección electrónica.
Emplearé como principal caso de referencia para este análisis a las pasadas elecciones generales en Venezuela, celebradas el 14 de abril. Hasta ahora, Venezuela ha sido visto como caso paradigmático del éxito del voto electrónico… Pero eso ha sido, precisamente, porque hasta ahora no se había presentado ningún caso disputable. Esto es, porque el resultado de la elección ha estado dentro del umbral aceptable para su sociedad. ¿Qué pasa cuando cruzamos el márgen mínimo de confianza? Ahora que tuvieron un resultado cerrado, con un márgen de sólo 1.5%, se ha presentado una crisis de credibilidad, movilizaciones sociales, e incluso ocho personas muertas en los disturbios.

Podemos comparar el desarrollo posterior de los acontecimientos con lo que ocurrió en México, un país de grado de desarrollo socioeconómico no demasiado distinto del venezolano, con aproximadamente el doble de superficie y cuatro veces la población de Venezuela, y que lleva su sistema electoral federal prácticamente de forma 100% manual, en las últimas dos elecciones federales (2006 y 2012). En la primera, el márgen oficial de diferencia fue del 0.5%, y en la segunda, del 6.5%.

En primer término, la inmediatez. Desconfiamos del periodo en que la autoridad tiene ya los resultados emitidos pero no ha emitido los resultados, porque son el periodo perfecto para instrumentar un fraude.
¿Cómo es el proceso en una elección “tradicional” con boletas de papel? En México, en 2006, la última casilla cerró a las 20:00 (hora del centro) autoridad electoral decidió no emitir resultados preliminares a las dos horas, como acostumbra hacerlo, porque la diferencia era demasiado estrecha y podía variar. Fue hasta las 3AM que el resultado preliminar fue hecho público, y no fue sino hasta tres días más tarde que se confirmó la cifra oficial — Y sí, la distancia entre el primer y segundo lugar se redujo de 1.2 a 0.5%. Sin embargo, lo fundamental en este sentido es que la autoridad electoral esperó hasta que, estadísticamente, el resultado era ya estadísticamente irreversible — Y esto ocurrió a las 3AM, esto es, 7 horas después de cerrada la última casilla.

Ahora, la tensión post-electoral tras un resultado tan cerrado fue tan grave en 2006 que para el 2012 se decidió que los resultados se harían públicos incluso antes de que se estableciera una tendencia clara. Desde las 20:00 podían consultarse los resultados parciales, y hacia las 22:00 el conteo había avanzado lo suficiente como para estabilizarse en lo que fue el resultado final — 2 horas después de cerrada la última casilla.

En Venezuela, en 2013, el cierre de casillas fue a las 18:00 el resultado fue publicado a las 22:00, esto es, 4 horas después del cierre del periodo legal. Si bien la diferencia con los procesos mexicano es el rango de oficial de los resultados (en el caso mexicano, el número total publicado fue del conteo rápido, mientras que el resultado oficial fue apenas confirmado tres días más tarde, y en Venezuela el dato tenía ya caracter de oficial), la diferencia resulta meramente semántica: En ambos casos, el primer resultado se presenta aún sujeto a ajustarse en base a las denuncias de irregularidades, y está sujeto a auditoría por parte de los actores relevantes. Y sí, también en Venezuela el resultado se ajustó levemente en los días posteriores.
Sin embargo, entramos aquí al tema fundamental que busco abordar: En un entorno de cuestionamiento y de votaciones cerradas, como podemos observara la población no le importa tanto si el conteo es hecho por máquinas o por personas. Si el entorno político no genera confianza, una elección cerrada llevará a movilizaciones callejeras y, si los políticos actores no lo manejan con prudencia, a violencia física.

Ahora bien, MoofMonster es un espacio para hablar de tecnología más que de política, ¿no es cierto? ¿A qué viene esta participación entonces? Lo que me interesa compartir con ustedes, de tecnólogo a tecnólogo, es por qué precisamente a nosotros debe preocuparnos que se plantee una adopción a ciegas, que esa sociedad en general de la que hablábamos al principio asuma que, sólo por contener tecnología, el voto electrónico representa una ventaja sobre del sistema electoral que conocemos de toda la vida.
Ilustremos esto con un símil: Frecuentemente, al presentar este tema, me han preguntado: «Yo confío en la seguridad electrónica para mis transacciones económicas. ¿Por qué no habría de confiar para mi voto?» Y la respuesta resulta obvia: La auditabilidad. El comprobante que liga a cada transacción — El banco relaciona al comprador y al vendedor, quienes pueden verificar por separado que la transacción haya o no sido realizada, así como la cantidad de que se trata. En caso de haber alguna anomalía en la transferencia respecto a lo que esperaban, incluso semanas más tarde, ambos pueden exigir al banco la revisión de la transacción.
Esto nos lleva a que el problema fundamental es que, sencillamente, no puede existir una implementación de voto electrónico que nos garantice un nivel de confiabilidad tan alto como el de un proceso basado en papel dos características básicas: La integridad y la secrecía del voto — Esto es, poder asegurar tanto al momento de la emisión como en una revisión posterior que el sentido de cada uno de los votos emitidos será siempre el que el votante decidió y, al mismo tiempo, imposibilitar que se revele el voto de una persona dada. ¿Por qué es tan importante el secreto electoral? Porque es la única manera en que la podemos evitar la compra de votos o el voto bajo presión: Nadie, ni siquiera el mismo votante, debe poder demostrar ante un tercero por quién votó.

Argumentan que respaldar cada voto en un comprobante impreso soluciona este problema. Esto es falso, por varias razones. La primera, y más importante, es que cuando es implementado un sistema electoral basado en voto electrónico, el documento de valor legal es la memoria de la computadora. Así es, contrario a nuestras expectativas, los papelitos testigo emitidos no son un documento legal. Podemos ver esto en Venezuela: Las solicitudes de recuento fueron desechadas; Luisa Estela Morales, presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, aseguró que en Venezuela el voto manual no existe y que, por lo tanto, quienes dicen exigir un recuento voto por voto engañan a sus seguidores.

Hay otros argumentos relativos a la impresión de comprobantes — Desde estudios estadísticos que apuntan a que no todos verifican lo que aparece impreso en un pequeño papel (especialmente entre la población con debilidad visual). Otros datos apuntan a votantes que se llevan su recibo, confiando en que resultará irrelevante (y posiblemente para cerrar el círculo para una compra de votos). Otros más apuntan a la dificultad que enfrentaría un votante si quisiera demostrar que él quiso emitir su voto en un sentido, pero la máquina lo imprimió en otro: ¿Cómo debe reaccionar la mesa electoral ante ello?

Podría (y me gustaría) seguir argumentando, aunque sé que probablemente esto comenzaría a sumir a más de uno de los lectores en el aburrimiento — Les dejo sólo un último punto para reflexionar: Alemania fue uno de los primeros países en incursionar en el voto electrónico. En 2009, lo abandonó por completo.

El argumento esgrimido por la Suprema Corte Federal es tan demoledor como bello: ¿Quién está facultado para realizar el escrutinio? El proceso democrático tiene muchos ingredientes que invitan al involucramiento de la sociedad. Es por eso que, prácticamente en todos los países del mundo, los funcionarios electorales son ciudadanos sin afiliación partidaria o gubernamental, seleccionados por sorteo. Cualquier persona con escolaridad básica e interés en la vida de su país puede auditar la emisión del voto, conteo, llenado de actas, transmisión y totalización de resultados.
En el momento que involucramos a urnas electrónicas, estamos descalificando para la comprensión del proceso electoral a más del 99% de la población — Y lo que es peor, exige que ese 99% confíe no sólo en el 1% capaz de comprender el código, sino que en la mucho más pequeña porción de dicho 1% que diseñó el modelo específico de equipo de votación empleado.

La tecnología ha modificado prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas. Hoy usamos computadoras prácticamente en todo momento, y la mayor parte de estos cambios han sido profunamente para bien. Sin embargo, en algunos aspectos, sencillamente no van. Espero que, al igual que yo, todos ustedes prefieran reunirse a tomar un café con sus amigos humanos que platicar con un agente de inteligencia artificial.
A pesar de ser una fantasía recurrente en la ciencia ficción, espero que nunca llegue el día en que nos enamoremos de robots en vez de tener una pareja, un compañero de vida, con sangre en las venas al igual que nosotros. Nuestra vida en sociedad merece ser mediada entre humanos, y merece que seamos humanos los actores en sus partes substantivas. El acto fundamental de una sociedad democrática no gana mucho si es puesto en manos de un equipo electrónico, y tiene muchísimo que perder.
Mantengámonos votando en papel. Es cuestión de confianza.

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